lunes, 17 de febrero de 2020

Algo que sucede cuando escribes una narración




Cuando comencé a escribir el Viaje a la Luna (que al principio no se llamaba así, como es lógico, puesto que no sabía de qué iba a tratar), intentaba armar un cuento (una historieta) sobre alguien que hace una película. ¿De qué? Tras darle muchas vueltas concluí que una buena idea sería concatenar una serie de catástrofes históricas. La extinción de los dinosaurios (hace 65 millones de años), la explosión del Santorini, las pestes medievales…
Pues bien: el resultado final no fue ese, sino un cuento sobre alguien que hace una película (en esto no me confundí), pero narrando cómo la humanidad consiguió llegar a la Luna, y las catástrofes las cambié por acontecimientos (algunos catastróficos) que permitieron a nuestra especie evolucionar hacia un modelo de sociedad capaz de realizar semejante viaje, semejante proeza, para lo que son necesarios ingentes recursos.
Como se ve es lo mismo, pero así como una recopilación de catástrofes sin más no tiene un hilo conductor claro (un nexo común), un viaje a la Luna sí, igual que cualquier viaje.
Se puede fantasear mucho, y darle muchas vueltas a las cosas, pero siempre tiene que existir ese hilo conductor que desde la sombra haga las veces de estructura principal y el lector perciba claramente. Si no, irremediablemente se perderá en el farragoso reino de las conjeturas sin respuesta.
Y aún diré más e insistiré sobre esta faceta de la creación literaria. Para que te hagas cabal idea de que según vayas escribiendo te irás dando cuenta de detalles en los que al principio, cuando comenzaste, ni se te hubiera ocurrido pensar, pondré otro ejemplo:

Una niña que se ha criado entre una partida de bandoleros que habita en las montañas. Allí las mujeres de la tropa le han enseñado las letras, algunas, no todas, y sabe dibujarlas y lo que significan, y le divierte hacerlo, aunque de ahí no pasa, de forma que cuando es recuperada para la civilización, sus maestros se encuentran con una niña que sabe escribir, al menos algunas cosas, pero no sabe leer.

Esta paradójica situación, que puede parecer insustancial, muy secundaria dentro del conjunto del relato, quizá dé pie a múltiples párrafos y explicaciones que ocuparán páginas enteras, y ello ha surgido sobre la marcha, puesto que cuando comenzaste la escritura ni por asomo se te hubiera ocurrido que ibas a encontrarte en una situación tal.
A esto es a lo que me refiero cuando digo que cuando se comienza un libro se tiene una cierta idea de lo que se quiere escribir, pero en absoluto de cuál y cómo va a ser el resultado final, que variará continuamente con la multitud de anécdotas y episodios que irán surgiendo según progrese la narración. Y como todos ellos influyen sobre la totalidad de la historia, y constantemente deberemos retocar lo ya escrito para que las cosas cuadren, el lugar al que llegas es de todo punto imprevisible.
Sin embargo, no te asustes, que lo dicho, y todo lo que de ello se deriva, lejos de ser un inconveniente, puede añadir mucho interés a lo que escribas.

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