Cuando comencé a escribir el Viaje a la Luna (que al
principio no se llamaba así, como es lógico, puesto que no sabía de qué iba a
tratar), intentaba armar un cuento (una historieta) sobre alguien que hace una
película. ¿De qué? Tras darle muchas vueltas concluí que una buena idea sería
concatenar una serie de catástrofes históricas. La extinción de los dinosaurios
(hace 65 millones de años), la explosión del Santorini, las pestes medievales…
Pues bien: el resultado final no fue ese, sino un cuento
sobre alguien que hace una película (en esto no me confundí), pero narrando
cómo la humanidad consiguió llegar a la Luna, y las catástrofes las cambié por
acontecimientos (algunos catastróficos) que permitieron a nuestra especie
evolucionar hacia un modelo de sociedad capaz de realizar semejante viaje,
semejante proeza, para lo que son necesarios ingentes recursos.
Como se ve es lo mismo, pero así como una recopilación de
catástrofes sin más no tiene un hilo conductor claro (un nexo común), un viaje
a la Luna sí, igual que cualquier viaje.
Se puede fantasear mucho, y darle muchas vueltas a las
cosas, pero siempre tiene que existir ese hilo conductor que desde la
sombra haga las veces de estructura principal y el lector perciba claramente.
Si no, irremediablemente se perderá en el farragoso reino de las conjeturas sin
respuesta.
Y aún diré más e insistiré sobre esta faceta de la creación
literaria. Para que te hagas cabal idea de que según vayas escribiendo te irás
dando cuenta de detalles en los que al principio, cuando comenzaste, ni se te
hubiera ocurrido pensar, pondré otro ejemplo:
Una niña que se ha criado entre
una partida de bandoleros que habita en las montañas. Allí las mujeres de la
tropa le han enseñado las letras, algunas, no todas, y sabe dibujarlas y lo que
significan, y le divierte hacerlo, aunque de ahí no pasa, de forma que cuando
es recuperada para la civilización, sus maestros se encuentran con una niña que
sabe escribir, al menos algunas cosas, pero no sabe leer.
Esta paradójica situación, que puede parecer insustancial,
muy secundaria dentro del conjunto del relato, quizá dé pie a múltiples
párrafos y explicaciones que ocuparán páginas enteras, y ello ha surgido sobre
la marcha, puesto que cuando comenzaste la escritura ni por asomo se te hubiera
ocurrido que ibas a encontrarte en una situación tal.
A esto es a lo que me refiero cuando digo que cuando se
comienza un libro se tiene una cierta idea de lo que se quiere escribir, pero
en absoluto de cuál y cómo va a ser el resultado final, que variará
continuamente con la multitud de anécdotas y episodios que irán surgiendo según
progrese la narración. Y como todos ellos influyen sobre la totalidad de la
historia, y constantemente deberemos retocar lo ya escrito para que las cosas
cuadren, el lugar al que llegas es de todo punto imprevisible.
Sin embargo, no te asustes, que lo dicho, y todo lo que de
ello se deriva, lejos de ser un inconveniente, puede añadir mucho interés a lo
que escribas.
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