Hoy voy a hablar de la Orquesta audiovisual de Villagarcía
de los Caballeros, entidad emparentada con el Comité del Tigre, instituciones
ambas dedicadas a la educación, en especial la musical, y las obras públicas,
que, como se sabe, son fuentes de progreso.
Para ilustrarlo voy a poner un trozo de uno de mis libros
(este no es más que una historieta de cincuenta páginas que se llama Dos
veladas musicales, aunque pasan muchas cosas...), y como se va a ver, es
también una apología de las mujeres.
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TEXTO:
Esta es la composición de la que durante muchos años fue la
Orquesta de Villagarcía de los Caballeros:
Falla, pianista.
Ringo, percusionista.
Pancho, guitarra.
Charli: toca el bajo, lo que no quiere decir que sepa, y
aunque su principal mérito –en esto de la música– estriba en que es el hermano
gemelo de Pancho, hace lo que puede y no sale mal parado; tiene buenos
maestros, de todas formas.
Falla y Ringo son profesionales de las academias, los
conservatorios y las orquestas, y saben latín. Pancho no tanto, pero estuvo
quince años en un conservatorio y luego no ha dejado de tocar un solo día.
–¿Qué tal vamos?
–Bien. Se le ha entendido todo.
Bueno, pues así están las cosas. Estos se reúnen de tanto en
cuanto (a veces cada mes y medio o dos meses) para tocar juntos, en general con
motivo de los puentes, que es cuando la gente puede hacerlo...
–Ya. Está la cosa muy mecanizada.
–Pues sí, pero hay que adaptarse.
... y aprovechan para celebrar, paralelamente, jornadas
gastronómicas.
–Es que es lo mejor que hay.
–Y más con un buen vino...
Todo esto sucede en una casa de un pueblo, una casa antigua
pero moderna, o modernizada, pues por el lado de levante le ha brotado un
apéndice a modo de cristalera, o invernadero, que talmente parece que surge de
las rojizas y antiguas piedras de la fachada.
–Bueno, lo he arreglado un poco, y es el mejor cuarto en
verano. Sólo le da el sol por la mañana, y tampoco de plano, que están la tapia
y los árboles más allá de la huerta y siempre tapan algo, y luego queda en sombra
y permanece únicamente iluminado por las luces reflejadas desde las casas
lejanas.
–¡Hay que ver...!
–Desde luego, ya le digo que es el mejor cuarto de esa casa.
En él se pueden hacer maravillas.
–¿De qué tipo?
–Pues maravillas universales, de las que no salen en las
hojas de los periódicos dominicales sino que cada cual las lleva dentro.
–Bueno, si es así...
–Pues sí. En el cuarto de marras, que más que un cuarto es
una enorme y alargada habitación, aparte de otros muebles, mesas, estanterías,
etc., hay dos grupos de sofás: uno enorme y lleno de recovecos ante el ventanal
desde el que, cuando está claro, se ve –aunque lejos– el pico de Almanzor
, y el
otro (el otro grupo de sofás), que no es tan grande, detrás, al fondo. En lo
oscuro, que dirían las niñas.
–¿Qué tal?
–¡Huy...!, me encanta. ¿Y aquí es donde tocáis?
–Sí, ya lo ves.
–¡Jo...!
La habitación tira a marrón, es de paredes ocres, mucha
madera, dos niveles porque hay unos escalones...; también mucho sofá, dos
grupos de ellos..., pero de esto ya se ha hablado.
Lo que se intenta contar fue lo que sucedió cuando se juntó
la orquesta de Villagarcía de los Caballeros (Falla, Pancho, Ringo, Charli) con
las sobrinas de Falla. Era un sábado.
[...]
Las sobrinas de Falla son tres. La mayor se llama
Candelaria; tiene veintidós años, toca el piano, como su tío, y lleva desde los
seis en el conservatorio. Las otras dos son gemelas –o mellizas, aunque son
casi iguales– y tienen dos menos, también de conservatorio. Estas niñas, que
son flautistas, se llaman Teté y Miranda.
Las sobrinas de Falla son unas chavalas guapísimas, por
decirlo en plan fino, y cuando se bajaron del coche, después de un largo viaje
de tres horas, salieron despendoladas y lo primero que hicieron fue dar besos a
todos.
[...]
Las mellizas han dejado las flautas y cantan contorsionándose
y dando palmadas mientras leen las partituras. Teté no da algunas notas bajas.
–¿Y a ti qué te pasa? –le pregunta su tío en una de las
pausas.
–No sé. Será el catarro.
Aquella primera vez tocaron todo lo que se les ocurrió, Bahía,
Proud Mary, Oh! Carol, Corazón loco, Pretty woman, Roberta,
Runaround Sue e incluso esa que se conoce como My way; todo muy
salteado.
[...]
Y esta sería buena ocasión para preguntar,
–¿Y cómo suena el rock and roll tocado con dos flautas
solistas?
–Bueno..., ¡fantástico...! ¡No veas las cosas que fueron
capaces de hacer con el Mary Lou...! Y a dúo, ¿eh?... Que lo diga Ringo.
–No, sí, estas saben leer... Además, a las niñas les gusta
mucho.
–¿Cuál? ¿El Mary Lou?
–No. El rock and roll.
–Ah, sí, eso sí; de toda la vida. ¡Se ponen como locas! Aún
me acuerdo...
[...]
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MÚSICA:
Aquí debajo coloco un enlace, en donde, audiovisualmente,
se puede ver y escuchar algo de estos asuntos a los que me he referido, una de
las tocatas de la Orquesta de Villagarcía de los Caballeros, que, a la postre,
se ha convertido en una apología de las mujeres.
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