miércoles, 29 de octubre de 2008

Campos de la Castilla maldecida

-
Pongo hoy una foto de Castilla la Vieja, esa región que, al parecer, ha sojuzgado a sus vecinos durante milenios. (Anda, que hay que escuchar unas cosas...). España es Asturias, señoritos de la política, y lo demás tierra conquistada, y el que no esté de acuerdo no tiene más que apearse e irse a Francia, que lo tiene fácil.


Esta foto, por decirlo ya todo, representa los campos de la Castilla inmemorial y está hecha en la provincia de Soria (a saber cómo la van a llamar dentro de poco, pero nada importa, pues durante mucho tiempo se la conoció como Extremadura y nadie se escandalizó). Está hecha, concretamente, desde la puerta de la renombrada "fortaleza califal de Gormaz", antiguo y muy derrumbado castillo que se yergue, de un modo parecido al de la celebérrima Alhambra, en un cerro cercano a El Burgo de Osma.
-

miércoles, 15 de octubre de 2008

Huella de último estertor

-


Los pescadores, desde el muelle, lanzan sus artes (aunque casi nunca atrapan nada, puesto que el pescado escasea cada día más), y cuando uno de esos cachones (un cefalópodo parecido a la sepia), tras ser izado con trabajo cae sobre el muelle, en un último y desesperado intento suelta un descomunal chorro de tinta negra que queda allí como la huella de su último estertor. Por cierto, ¡qué buenos son los cachones en tinta con arroz blanco! Si queréis ver unas recetas como Dios manda, os recomiendo ir a este enlace: libro de cocina serio, pero si no tenéis ganas de complicaros la vida, podéis leer directamente lo que sigue, que está copiado del libro que se cita.


Cefalópodos en su tinta
Se puede hacer con calamares, cachón, potas, etc., y si se quiere que estén buenos de verdad deben ser de guadañeta, esto es, pescados a mano, y no de arrastre, ni mucho menos congelados.
En una cazuela se hace un pisto tal y como se dice en "pisto pisto". Mientras se va cociendo se limpian los cefalópodos y se trocean aprovechando todo lo que se pueda. Los cuerpos, por supuesto, y las patas, pero también las huevas, si tuvieran. La tinta se separa y se aparta. Una vez los trozos limpios se echan al pisto hirviente y se revuelve todo. Los trozos de pescado, que eran blancos, se irán poniendo rojizos. Se añade un chorro de vino blanco y un poquitín de picante, que casi no se note, y se tiene cociendo lentamente media hora; se puede añadir también un poco de agua, según cómo se vea aquello de seco. El punto bueno es cuando los trozos de pescado están hechos, pero tiesos; de veinte minutos a media hora; si se tienen demasiado tiempo se vuelven como chicle y quedan peor. Entonces se añade la tinta, se revuelve todo (el guiso se volverá de color negro), y se cuece otros cinco minutos.
Se aparta y se deja enfriar antes de recalentarlo para comer. Se suele acompañar con arroz blanco.