Este es un trozo de una historia que he escrito últimamente
(ya es la undécima o duodécima, he perdido la cuenta) y se llama «Charli en
Wonderland». Es un retrato de la generación española que nació alrededor de
1950 (la generación yeyé), y en ella se cuenta la historia de dos hermanos
gemelos, uno de los cuáles (Pancho) tuvo a su vez dos hijas gemelas, las gemes,
y el otro (Charli) ningún hijo, sólo sobrinas, que ya lo dice el refrán: a
quien Dios no da hijos, el diablo le da sobrinos... Pero esto es una broma,
puesto que las niñas (al menos las que aparecen en este libro) son un encanto,
y para dejar constancia de ello ahí va una de las elucubraciones de estas
elementas, es decir, uno de los capítulos de tan ingente narración, que podría
situarse alrededor de la mitad de los años 90 del pasado siglo. La Prudencia
que aparece en las líneas que siguen, por decirlo ya todo, es la chica que
cuidó de ellas mientras fueron pequeñas, puesto que no tenían madre (se murió
en un accidente de coche, episodio que también se cuenta en la novela, aunque
no aquí)..., pero no digo más, que con esto está todo explicado. (La foto que
antecede es una de las muchísimas que Charli, que era un fotógrafo habilidoso,
hizo a las niñas).
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Gemes
Yo soy Carina y mi hermana es Adriana,
pero lo que voy a contar lo podría contar igualmente ella porque somos muy
parecidas, somos gemelas, o mellizas, bueno, que eso no lo sabe nadie. Ahora
soy Adriana, porque ya digo que da igual una cosa que otra, todo depende del color
del vestido, o del cristal con que se mire, ¿quién eres?, pues soy Carina y voy
a contar por las dos lo que sucedió en la boda de Prudencia, porque ella se
casó, al fin, con uno que conocía desde pequeña y con el que llevaba de novia
los últimos siete años, a ver si estas niñas crecen pronto, decía él, y ella le
contestaba, ¿qué más te da?, si todavía no tenemos piso, pero papá les consiguió
uno al lado de su pueblo, y no sé qué cambalaches hizo que les salió
baratísimo, era un piso nuevo en un edificio que estaba en mitad del campo, y
una tarde fuimos a verlo. ¿Os gusta este?, les preguntó, porque me parece que
hay otro más grande, pero no da al sur, y ellos dijeron que sí, que querían
aquel, y luego el novio de Prudencia, que se llama Serafín, dijo al jefe, no
sabes lo agradecidos que estamos por lo que has hecho, no sabíamos si íbamos a
tener dinero para pagarlo, pero esto ya es otra cosa, yo creo que ahora ya
podemos, ¿verdad?, y Prudencia dijo, ¡jo, pues vaya regalo...!, tú ya has
cumplido para lo de la boda, que si no es por ti..., y papá dijo, déjate de
rollos que más me has resuelto tú, que estas niñas estaban sin madre y ese es
un papel muy comprometido, hombre, tenían a Charli..., dijo ella, y todos nos
reímos, ahora te casas, pero imagino que seguiréis viéndoos, hombre, eso
espero, por lo menos hasta que vayan a la universidad, y luego nos fuimos a
merendar a casa de los padres de Prudencia, que estaba allí al lado, adonde
habíamos ido muchísimos fines de semana, desde pequeñas, cuando ella nos
llevaba porque nos quedábamos solas en la casa de la plaza de La Aduana, ¡pero
mira quién está aquí...!, Adriana, hija mía, y Carinita..., ¡pero qué
guapísimas estáis!, y es que la madre de Prudencia es nuestra abuela, aunque no
es como la de Cádiz, claro, es completamente distinta, va siempre vestida de
negro y tiene los dedos deformados de trabajar la huerta, ¡ah, ya...!, pero ¿y
los tomates?
Aquello sucedió cuando teníamos once
años, y a nosotras nos vistió Prudencia con unos trajes de lo más historiado,
como con muchos volantes, y le llevamos las arras. Charli hizo las fotos, y
cuando estábamos allí, junto a los novios, con la música y todo lo demás, como
él estaba detrás del cura, y no le veía, nos hacía muecas para que nos
riéramos, y yo miraba a Adriana y ella miraba a otro lado, ¡jo, si es que está
loco...!, y luego, en el comedor, nos pusieron cerca de la barra, junto al
grifo de la cerveza, Serafín dijo, os ha tocado esta mesa, pero yo creo que es
la mejor, y miró a Charli, está al lado del cañero. Mi padre todavía, pero
Charli fue con vaqueros y nosotras le dijimos, ¡jo!, pero ¿tú estás mal?, ¿por
qué no has traído otros pantalones?, pues porque no tengo, dijo él, y además da
igual porque yo soy el fotógrafo y ya se sabe que los artistas somos muy raros,
¿tú crees que alguien se va a extrañar?, si Prudencia me conoce desde antes de
que vosotras nacierais..., y además, ¿no os lo creéis?, pues vais a ver, señora
madre de Prudencia, estas niñas dicen que vengo muy mal vestido, y ella se rió,
¡pero si eres el mejor de todos, qué tontería!, y nosotras nos miramos, ¿lo
dices en serio?, por supuesto, hijas, tu tío es el más vistoso de los que hay
por aquí cerca, ¿o no os lo parece a vosotras?, y luego le cogió por la cintura
y le dijo, ¿te lo estás pasando bien?, hombre, claro, sobre todo con los
langostinos, niñas, si os sobra alguno..., y la madre de Prudencia se reía y le
dio a Charli en el culo, anda, anda, que no te confundan estas chavalas, y
Charli nos sacó la lengua, ¿lo veis?
Luego, un día en que estábamos en casa, vi a mi padre y a mi
tío juntos, estaban de pie en la cocina comiendo anchoas de un tarro y me puse
con ellos, y mientras comía intenté explicarles mi punto de vista, pero volví a
salir trasquilada, yo les dije, es que vosotros sois unos ordinarios...,
y Charli se rió, niña, ¿dónde has aprendido esa palabra?, ¿por qué?, ¿está mal
dicha?, no, qué va, está muy bien dicha, pero no se me había ocurrido que la supieras,
y añadí, los padres de mis amigas van de corbata, y Charli se rió otra vez, ¿en
casa?, ¡ay, no seas pesao...!, y así sucedía casi siempre, que me tomaba
el pelo, pero un día él entró en casa sin que le viéramos, entró con su llave,
se puso un traje de papá, uno azul oscuro, y camisa limpia y corbata de rayas,
todo muy lujoso, volvió a salir y llamó al timbre. Fui a abrir y me encontré a
un señor que no conocía..., ¿está don Francisco?, y yo me eché a reír,
¡aaay..., pero mira que eres tonto...!, y le cogí de la mano, entra, entra, que
te tienen que ver Adriana y Prudencia, y ellas dijeron, ¡qué guaapo...!, ah,
¿nada más..?, pues sí, que te podías haber cambiado también de zapatos.
Ahora soy Adriana, y una vez que estaba con el violín en la
mano Charli me dijo que tocara algo, toca algo, niña, que ya quiero oír algo
serio, ¿algo de qué?, pues algo de Vivaldi, por ejemplo, ¿no sabes nada de
Vivaldi?, y yo dudé, aunque al fin dije la verdad, sí, pero no tengo técnica
suficiente, y Charli se rió, ¿no?, ¿tú que sabes, no tienes técnica suficiente?,
¿pues entonces cómo le llamas a lo mío?, y yo torcí el gesto, es que tú eres un
aficionado..., aunque luego rectifiqué, bueno, pero tocas bien, ¿eh?, que a mí
me gusta mucho escucharos cuando tocáis juntos..., sobre todo eso de Bach...,
ya, el rondeau..., sí, y lo del tico tico...
Y ahora soy las dos, soy dúplice, soy Adrina y Cariana en
una sola pieza, y digo que un día Charli nos dijo, venid aquí y haced lo que os
diga, el tenía la cámara, a ver, ponte ahí y di a, ¿a?, sí, aaaa..., y
ahora di e, eeee..., y ahora di i, y nos lo hizo a las dos, o a
mí dos veces, y luego nos enseñó las fotos y en ellas aparecían Cariana y
Adrina con cara de susto, ¿de susto?, bueno, y de alegría, con toda clase de
caras, ¡huy, qué daño...!, ¿pues qué te pasa?, que me han pisado un pie..., y
él dijo, esto son cosas antiguas, de cuando aún no habíais nacido, yo ya lo
hacía entonces con otras niñas, y nosotras le miramos escamadas, ¿con
otras...?, ¿con cuáles?, pues con una que tuve a mi cargo hace muchos años, era
muy guapa, como vosotras, y ella me enseñó..., ¿qué te enseñó?, pues me enseñó
lo que sois las niñas, imprevisibles seres de fábula que nunca dicen lo que
esperas sino todo lo contrario, facultad que está al alcance de muy pocos, que
yo tenía que practicar porque sabía que algún día apareceríais vosotras, ¡sí,
anda...!, sí, es la verdad, y os puedo contar cosas más antiguas, ¿queréis
oírlo?, sí, a ver, pues recuerdo que otra vez, cuando éramos muy pequeños,
debíamos de tener ocho o nueve años, habíamos cogido el tranvía para ir a la
casa de la playa, y subió una señora que llevaba pantalones, y el tranviario le
dijo que ni hablar, que allí las mujeres no podían ir con pantalones, y la hizo
bajarse, y eso que iba con dos niños..., ¿qué os parece?, pero es que aquellos
eran otros tiempos, los tiempos del cuplé, y hablando de antigüedades, ¿a que
no sabéis lo que es un coño?, y nosotras torcimos el gesto, ¿veis cómo no lo sabéis...?,
pues un coño es un mechero de los que había entonces, había un modelo que
llevaba una mecha de algo que parecía algodón, a aquellos también los llamaban contra
viento y marea porque se encendían aunque hubiera un huracán, y otros que
más que mecheros eran chisqueros, estos ya eran muy modernos porque se cargaban
con gasolina, y los llamaban así porque, aunque entonces eran el último grito,
todo el mundo tenía uno, y cuando alguien lo sacaba, los demás decían, ¡coño!,
como el mío..., ¿y queréis que os cuente otra cosa aún más antigua? Pues esto
sucedió un día que iba por el pasillo cuando debía de tener siete años, y al
pasar junto a él sonó el teléfono, ese teléfono negro que todavía está ahí, y
lo cogí y oí, su conferencia con San Sebastián tiene una demora de diez
horas.
Ahora ya se os distingue mejor; por ejemplo, tú eres más
alta, y por lo tanto, tú más baja, ¿yoooo...?, bueno, un centímetro o dos, que
tampoco es demasiado, casi ni se nota, y además te puedes poner tacones para
disimular, y ser baja también tiene sus virtudes porque el corazón no tiene que
bombear la sangre tan arriba, pues tú eres alto, hombre, depende con quién me
compares, si me comparas con Magic Johnson..., ¡anda, mía qué
listo...!, y luego Charli, que siempre andaba enredando, se fue en pleno verano
a los jardines del palacio de Aranjuez, que según ellos decían debía de ser un
lugar maravilloso, todo lleno de fuentes y de flores y de árboles antiquísimos,
a escuchar unas cantatas de la época del barroco, eran cantatas de Scarlatti,
no puedo faltar, además, allí igual ligo, que va un personal muy raro, y cuando
volvió le preguntamos, ¿ligaste con alguien?, pues no, había mucha gente, todos
igualmente pijos y saltarines, pero macizas no vi ni una, no deben de andar por
estos sitios, aunque la música estuvo muy bien..., ¡jo, y yo aquí, con los
exámenes de septiembre!, bueno, pero ya te llevaré, no te preocupes, ¿cuándo?,
en cuanto crezcas.