viernes, 10 de enero de 2014

Las gemelas


Este es un trozo de una historia que he escrito últimamente (ya es la undécima o duodécima, he perdido la cuenta) y se llama «Charli en Wonderland». Es un retrato de la generación española que nació alrededor de 1950 (la generación yeyé), y en ella se cuenta la historia de dos hermanos gemelos, uno de los cuáles (Pancho) tuvo a su vez dos hijas gemelas, las gemes, y el otro (Charli) ningún hijo, sólo sobrinas, que ya lo dice el refrán: a quien Dios no da hijos, el diablo le da sobrinos... Pero esto es una broma, puesto que las niñas (al menos las que aparecen en este libro) son un encanto, y para dejar constancia de ello ahí va una de las elucubraciones de estas elementas, es decir, uno de los capítulos de tan ingente narración, que podría situarse alrededor de la mitad de los años 90 del pasado siglo. La Prudencia que aparece en las líneas que siguen, por decirlo ya todo, es la chica que cuidó de ellas mientras fueron pequeñas, puesto que no tenían madre (se murió en un accidente de coche, episodio que también se cuenta en la novela, aunque no aquí)..., pero no digo más, que con esto está todo explicado. (La foto que antecede es una de las muchísimas que Charli, que era un fotógrafo habilidoso, hizo a las niñas).

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Gemes

Yo soy Carina y mi hermana es Adriana, pero lo que voy a contar lo podría contar igualmente ella porque somos muy parecidas, somos gemelas, o mellizas, bueno, que eso no lo sabe nadie. Ahora soy Adriana, porque ya digo que da igual una cosa que otra, todo depende del color del vestido, o del cristal con que se mire, ¿quién eres?, pues soy Carina y voy a contar por las dos lo que sucedió en la boda de Prudencia, porque ella se casó, al fin, con uno que conocía desde pequeña y con el que llevaba de novia los últimos siete años, a ver si estas niñas crecen pronto, decía él, y ella le contestaba, ¿qué más te da?, si todavía no tenemos piso, pero papá les consiguió uno al lado de su pueblo, y no sé qué cambalaches hizo que les salió baratísimo, era un piso nuevo en un edificio que estaba en mitad del campo, y una tarde fuimos a verlo. ¿Os gusta este?, les preguntó, porque me parece que hay otro más grande, pero no da al sur, y ellos dijeron que sí, que querían aquel, y luego el novio de Prudencia, que se llama Serafín, dijo al jefe, no sabes lo agradecidos que estamos por lo que has hecho, no sabíamos si íbamos a tener dinero para pagarlo, pero esto ya es otra cosa, yo creo que ahora ya podemos, ¿verdad?, y Prudencia dijo, ¡jo, pues vaya regalo...!, tú ya has cumplido para lo de la boda, que si no es por ti..., y papá dijo, déjate de rollos que más me has resuelto tú, que estas niñas estaban sin madre y ese es un papel muy comprometido, hombre, tenían a Charli..., dijo ella, y todos nos reímos, ahora te casas, pero imagino que seguiréis viéndoos, hombre, eso espero, por lo menos hasta que vayan a la universidad, y luego nos fuimos a merendar a casa de los padres de Prudencia, que estaba allí al lado, adonde habíamos ido muchísimos fines de semana, desde pequeñas, cuando ella nos llevaba porque nos quedábamos solas en la casa de la plaza de La Aduana, ¡pero mira quién está aquí...!, Adriana, hija mía, y Carinita..., ¡pero qué guapísimas estáis!, y es que la madre de Prudencia es nuestra abuela, aunque no es como la de Cádiz, claro, es completamente distinta, va siempre vestida de negro y tiene los dedos deformados de trabajar la huerta, ¡ah, ya...!, pero ¿y los tomates?
Aquello sucedió cuando teníamos once años, y a nosotras nos vistió Prudencia con unos trajes de lo más historiado, como con muchos volantes, y le llevamos las arras. Charli hizo las fotos, y cuando estábamos allí, junto a los novios, con la música y todo lo demás, como él estaba detrás del cura, y no le veía, nos hacía muecas para que nos riéramos, y yo miraba a Adriana y ella miraba a otro lado, ¡jo, si es que está loco...!, y luego, en el comedor, nos pusieron cerca de la barra, junto al grifo de la cerveza, Serafín dijo, os ha tocado esta mesa, pero yo creo que es la mejor, y miró a Charli, está al lado del cañero. Mi padre todavía, pero Charli fue con vaqueros y nosotras le dijimos, ¡jo!, pero ¿tú estás mal?, ¿por qué no has traído otros pantalones?, pues porque no tengo, dijo él, y además da igual porque yo soy el fotógrafo y ya se sabe que los artistas somos muy raros, ¿tú crees que alguien se va a extrañar?, si Prudencia me conoce desde antes de que vosotras nacierais..., y además, ¿no os lo creéis?, pues vais a ver, señora madre de Prudencia, estas niñas dicen que vengo muy mal vestido, y ella se rió, ¡pero si eres el mejor de todos, qué tontería!, y nosotras nos miramos, ¿lo dices en serio?, por supuesto, hijas, tu tío es el más vistoso de los que hay por aquí cerca, ¿o no os lo parece a vosotras?, y luego le cogió por la cintura y le dijo, ¿te lo estás pasando bien?, hombre, claro, sobre todo con los langostinos, niñas, si os sobra alguno..., y la madre de Prudencia se reía y le dio a Charli en el culo, anda, anda, que no te confundan estas chavalas, y Charli nos sacó la lengua, ¿lo veis?
Luego, un día en que estábamos en casa, vi a mi padre y a mi tío juntos, estaban de pie en la cocina comiendo anchoas de un tarro y me puse con ellos, y mientras comía intenté explicarles mi punto de vista, pero volví a salir trasquilada, yo les dije, es que vosotros sois unos ordinarios..., y Charli se rió, niña, ¿dónde has aprendido esa palabra?, ¿por qué?, ¿está mal dicha?, no, qué va, está muy bien dicha, pero no se me había ocurrido que la supieras, y añadí, los padres de mis amigas van de corbata, y Charli se rió otra vez, ¿en casa?, ¡ay, no seas pesao...!, y así sucedía casi siempre, que me tomaba el pelo, pero un día él entró en casa sin que le viéramos, entró con su llave, se puso un traje de papá, uno azul oscuro, y camisa limpia y corbata de rayas, todo muy lujoso, volvió a salir y llamó al timbre. Fui a abrir y me encontré a un señor que no conocía..., ¿está don Francisco?, y yo me eché a reír, ¡aaay..., pero mira que eres tonto...!, y le cogí de la mano, entra, entra, que te tienen que ver Adriana y Prudencia, y ellas dijeron, ¡qué guaapo...!, ah, ¿nada más..?, pues sí, que te podías haber cambiado también de zapatos.
Ahora soy Adriana, y una vez que estaba con el violín en la mano Charli me dijo que tocara algo, toca algo, niña, que ya quiero oír algo serio, ¿algo de qué?, pues algo de Vivaldi, por ejemplo, ¿no sabes nada de Vivaldi?, y yo dudé, aunque al fin dije la verdad, sí, pero no tengo técnica suficiente, y Charli se rió, ¿no?, ¿tú que sabes, no tienes técnica suficiente?, ¿pues entonces cómo le llamas a lo mío?, y yo torcí el gesto, es que tú eres un aficionado..., aunque luego rectifiqué, bueno, pero tocas bien, ¿eh?, que a mí me gusta mucho escucharos cuando tocáis juntos..., sobre todo eso de Bach..., ya, el rondeau..., sí, y lo del tico tico...
Y ahora soy las dos, soy dúplice, soy Adrina y Cariana en una sola pieza, y digo que un día Charli nos dijo, venid aquí y haced lo que os diga, el tenía la cámara, a ver, ponte ahí y di a, ¿a?, sí, aaaa..., y ahora di e, eeee..., y ahora di i, y nos lo hizo a las dos, o a mí dos veces, y luego nos enseñó las fotos y en ellas aparecían Cariana y Adrina con cara de susto, ¿de susto?, bueno, y de alegría, con toda clase de caras, ¡huy, qué daño...!, ¿pues qué te pasa?, que me han pisado un pie..., y él dijo, esto son cosas antiguas, de cuando aún no habíais nacido, yo ya lo hacía entonces con otras niñas, y nosotras le miramos escamadas, ¿con otras...?, ¿con cuáles?, pues con una que tuve a mi cargo hace muchos años, era muy guapa, como vosotras, y ella me enseñó..., ¿qué te enseñó?, pues me enseñó lo que sois las niñas, imprevisibles seres de fábula que nunca dicen lo que esperas sino todo lo contrario, facultad que está al alcance de muy pocos, que yo tenía que practicar porque sabía que algún día apareceríais vosotras, ¡sí, anda...!, sí, es la verdad, y os puedo contar cosas más antiguas, ¿queréis oírlo?, sí, a ver, pues recuerdo que otra vez, cuando éramos muy pequeños, debíamos de tener ocho o nueve años, habíamos cogido el tranvía para ir a la casa de la playa, y subió una señora que llevaba pantalones, y el tranviario le dijo que ni hablar, que allí las mujeres no podían ir con pantalones, y la hizo bajarse, y eso que iba con dos niños..., ¿qué os parece?, pero es que aquellos eran otros tiempos, los tiempos del cuplé, y hablando de antigüedades, ¿a que no sabéis lo que es un coño?, y nosotras torcimos el gesto, ¿veis cómo no lo sabéis...?, pues un coño es un mechero de los que había entonces, había un modelo que llevaba una mecha de algo que parecía algodón, a aquellos también los llamaban contra viento y marea porque se encendían aunque hubiera un huracán, y otros que más que mecheros eran chisqueros, estos ya eran muy modernos porque se cargaban con gasolina, y los llamaban así porque, aunque entonces eran el último grito, todo el mundo tenía uno, y cuando alguien lo sacaba, los demás decían, ¡coño!, como el mío..., ¿y queréis que os cuente otra cosa aún más antigua? Pues esto sucedió un día que iba por el pasillo cuando debía de tener siete años, y al pasar junto a él sonó el teléfono, ese teléfono negro que todavía está ahí, y lo cogí y oí, su conferencia con San Sebastián tiene una demora de diez horas.
Ahora ya se os distingue mejor; por ejemplo, tú eres más alta, y por lo tanto, tú más baja, ¿yoooo...?, bueno, un centímetro o dos, que tampoco es demasiado, casi ni se nota, y además te puedes poner tacones para disimular, y ser baja también tiene sus virtudes porque el corazón no tiene que bombear la sangre tan arriba, pues tú eres alto, hombre, depende con quién me compares, si me comparas con Magic Johnson..., ¡anda, mía qué listo...!, y luego Charli, que siempre andaba enredando, se fue en pleno verano a los jardines del palacio de Aranjuez, que según ellos decían debía de ser un lugar maravilloso, todo lleno de fuentes y de flores y de árboles antiquísimos, a escuchar unas cantatas de la época del barroco, eran cantatas de Scarlatti, no puedo faltar, además, allí igual ligo, que va un personal muy raro, y cuando volvió le preguntamos, ¿ligaste con alguien?, pues no, había mucha gente, todos igualmente pijos y saltarines, pero macizas no vi ni una, no deben de andar por estos sitios, aunque la música estuvo muy bien..., ¡jo, y yo aquí, con los exámenes de septiembre!, bueno, pero ya te llevaré, no te preocupes, ¿cuándo?, en cuanto crezcas.